Esta casa pese a ser la única obra completamente finalizada de Amancio Williams, siempre ha gozado de una gran atención por parte de los comentaristas de arquitectura. Se dice de ella que parece regresar para reflotar sus mensajes iniciales, como por ejemplo la expresión volumétrica, el efecto de ligereza, la ruptura de la esquina como apoyo fundamental de la caja o la regularidad como sustituto de la simetría axial.
Destaca el uso de las tecnologías industriales en relación con programas de pequeña escala, propio de los años 30, pero también detalles más antiguos como la relación existente entre arquitectura y paisaje.
En la memoria de esta casa Williams se centra en destacar la exactitud del proceso de construcción, las imágenes muestran su preocupación por los acabados en hormigón y los dibujos revisten un proyecto preciso, unitario y sin fisuras. No se hace referencia alguna al interior de la vivienda, a las asimetrías modernizantes o al problema del acceso, resuelto con dos escaleras simétricas situadas sobre el arco.
Este proyecto puede comprenderse únicamente con dos secciones: una longitudinal, que explica la situación de la casa sobre el puente; y otra transversal, propia de la casa.
El puente desaparece al comenzar la casa y viceversa.
El centro del arco no significa el centro de la casa, puesto que se distribuye de forma que los dormitorios se sitúan al sur; la sala de estar, importante zona pública para los argentinos, al norte; y por último la habitación destinada al piano, a un lado.
En este proyecto se muestra el arduo camino recorrido por Williams hacia la construcción de un espacio tridimensional y hacia el uso del cálculo estructural en la arquitectura, como ex estudiante de ingeniería. Por ese motivo se entiende que haya escogido la forma puente en esta casa para mostrar el equilibrio entre Hombre y Naturaleza.